La Paciencia del Zorro
Mi querido amigo El Peuco, me contó una historia que me gustó en su momento, pero que con el correr de “estos” tiempos, cobra singular importancia.
El relato en cuestión tiene su origen en la experiencia que tuvo un refugiero de la patagonia andina.
Es por todos conocido el sacerdocio que significa esta actividad, solo en varios kilómetros a la redonda, solo acompañado de la naturaleza y de alguna eventual mascota que se le agregue a la rutina de sus días, entre enhiestas montañas, vientos gélidos, nieves eternas, y aquellas razones que lo alejaron del mundanal ruido de las ciudades, pero que han venido prendidas de algún bolsillo de la mochila.
Este joven tenía un gato, curioso y cauto, mimoso pero independiente, como si en su gatuno entender, la mascota era el otro.
En una oportunidad, acostumbrado a ver ahora esas cosas que para el ojo inadvertido pasarían desapercibidas, distinguió la figura de un zorro, pequeño y dorado, lejos, bajo las sombras de un arbusto. Pasó allí horas, casi sin moverse, mirando hacia la cabaña.
Al día siguiente, mas o menos a la misma hora, volvió la misma postal, el arbusto, el viento, el zorro y la intriga. Qué está haciendo ahí? que mira?
Todavía maravillado por la extraña visita, el hombre descubre que, quien también había notado la presencia del extraño era su gato, que sentado cauto en un escalón, bajo el alero, observaba detenidamente la figura puntiaguda del otro animal. Nervioso, pero intrigado, solo su cola se movía de izquierda a derecha y, al detenerse, formaba un gran signo de pregunta.
Así pasaron varios días, a la misma hora, la misma visita, la misma escena de observadores a la distancia, aunque ya a esta altura, la confianza venció al felino, que con el paso de las horas, se iba acercando más al zorro. Este, lejos de impacientarse, seguía ahí sentado, inmóvil, desentendido de lo que ocurría a su alrededor.
Al día siguiente, ya no vi más al zorro, nunca más lo vi, tampoco a mi gato.
0 comentarios :
Publicar un comentario